El silencio se ha
hecho atroz
en estas horas de
desencuentro.
Las ortigas te han
lacerado los dedos
en el bosque del olvido.
Piadosos, los
ojos develan sauces deshojados
en el jardín de los
amantes.
Magullados los
recuerdos
se persignan
en desgarrados sueños
inequívocamente solícitos y plenos
de emergentes
secretos.