Para refugiarme en tu cuerpo,
necesito más de ti.
Hay un mordisco de luna
en la cintura de lo desconocido.
Allí, donde besa el pliegue de tu mirada.
Esa serpiente de agua, sin malicia,
escarchada en tabúes ignorados y perversos.
¡Ay, amor! La sangre hierve inconsciente
en el laberinto de las horas.
Acechan tantos temores…
que el racimo de uvas
está solo, en el panal de los dioses.