
las flores,
en su manto de verdad
beldad,
cual anillo deslumbrado
del prado,
el dios Eros es amado,
por diosas en la pradera
con olor a primavera,
las flores beldad del prado.
Me encuentro, en el ecuador de este mundo;
buscando tu encuentro en los entresijos de la noche,
pero está durmiendo entre las sábanas de otras alcobas.
Sé que besas otros labios, lo sé, cierto.
Sé que duermes en otros lechos, lo sé.
Sé que tu corazón, alberga mujeres inanimadas;
y que su máscara, no te deja ver mi rostro inmarcesible.
Aún así, escucha bien lo que te digo:
Soy fugaz aurora en el desierto de tus ojos,
y quizás no deseas beber mi agua.
No creas que te imploro que me ames,
sólo y únicamente,
maldigo la hora en que mi alma;
se enamoró de tu boca.
Me caigo rendida a tus pies,
y me hundo en lo profundo de tus ojos.
El río me lleva por el crepúsculo melancólico,
buscando tu mirada entre la corriente.
Despojándome de toda vestidura
reclamo unos besos en silencio,
trémulo pensar que la mente precipita.
Agotada ya, me refugio en tu cuerpo
percibiendo tus manos sedosas
por el arroyo de mis ansias.
Y al fin, me rescatas de la angustia
de la inercia prolongada.
Si yo matizo, y canto a las colinas
presentes en el tacto de tu piel,
te devoro, y disfruto de tu miel,
muriendo entre la pelvis de tus aguas.
Incandescente el fuego de tus ansias,
llevándome al infinito tropel
de tus besos con sabor aguamiel,
emborrachándome todos los días.
Te miro y resulta tan hechicero,
que mis ojos sollozan de placer,
armoniosa figura de lucero
que pintan los pintores sin saber
que los dioses se quitan el sombrero
para admirar a tan bella mujer.
Estoy tendida en la hierba
y miro al cielo.
Quizás en esta noche estrellada
me sueñes
y palpite tu corazón junto al mío
en la claridad de nuestra mañana.
¡Arrástrame amor mío, a tu sueño!
En el que me nombras
con tu voz más íntima,
con esa luz tan intensa
con la que me miran tus ojos.
Y llévame al maravilloso instante,
en el que mi cuerpo, tiernamente desnudo,
te desea y se agita, ardientemente;
esperándote en el lecho perfumado de tus ansias.
El tiempo se vuelve un caos de peregrinaje,
por los laberintos cerrados de la soledad.
Aguanto sigiloso el cruzar de trenes,
por vías que subyacen recorriendo
caminos, caminos desesperados
al encuentro de tu boca.
Tengo ya necesidad de mecerme
en la cuna que lleva tu nombre.
Suave, cercana a mí, sin miedos,
caminando por los senderos
que me llevan hacia tu puerta.
Llevo mi espalda curvada
por trabajos que han mermado mis piernas
mi cuerpo, mi vida,
vida pobre, pero al fin y al cabo vida.
Quiero salir de esta encrucijada
que me tiene sorbido en tu recuerdo.
No es un sueño que vuelve noche tras noche, no amor,
es la dolencia del corazón
que poco a poco está muriendo por tu ausencia.
Mi voz angustiada, te llama,
por el aire, por los campos, por los ríos,
por las vertientes que lleva tu cuerpo.
Amor mío, escucha esta poesía,
cuando esté yo callado.
Y vuelve amor, que yazco
sobre la aurora blanca de tu alma.
Me he quedado con el beso solitario,
el beso de mi muerte.
Me has robado ese sueño,
de las flores primerizas
y mi atuendo de hojas verdes de deseo.
Mis lágrimas…
han cegado mis ojos,
¡Ya no habrá más luz para mí!
Se la llevó tu mirada.
Esa luz que danzaba entre mis dedos
y tocaba como una campana
dulcemente el cielo.
Amor…sobre tu corazón
mi mariposa abrió sus alas.
Alas tiernas como tu sonrisa,
y yo, vestida como una reina
peinaba tu pelo, tu pecho,
tu cuerpo, tu beso.
Ese beso que me dejaste
en la tumba de mi almohada.
Enmudeció de pronto su boca
cuando le vio por primera vez,
su imagen hecha presencia
en su alma de mujer.
Años enteros esperando
su piel en besos sorber
sus caricias y reclamos
en su cuerpo estremecer.
Él , la mira
Ella, sonríe
y sus corazones hechizados
bordan perlas sin igual.
Su encuentro
¡Ay! Ese encuentro,
se hace amor
como un cuento,
una historia,
un principio... sin final.
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