Si yo matizo, y canto a las colinas
presentes en el tacto de tu piel,
te devoro, y disfruto de tu miel,
muriendo entre la pelvis de tus aguas.
Incandescente el fuego de tus ansias,
llevándome al infinito tropel
de tus besos con sabor aguamiel,
emborrachándome todos los días.
Te miro y resulta tan hechicero,
que mis ojos sollozan de placer,
armoniosa figura de lucero
que pintan los pintores sin saber
que los dioses se quitan el sombrero
para admirar a tan bella mujer.
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