
El verdadero amor,
hace alusión a su nombre.
Cuaja sentencias divinas,
que derivan de la ansiada mano.
No obstante, enardece aquel
que lo posee y su existencia.
Caminando por los lares
de la humanidad.
Me caigo rendida a tus pies,
y me hundo en lo profundo de tus ojos.
El río me lleva por el crepúsculo melancólico,
buscando tu mirada entre la corriente.
Despojándome de toda vestidura
reclamo unos besos en silencio,
trémulo pensar que la mente precipita.
Agotada ya, me refugio en tu cuerpo
percibiendo tus manos sedosas
por el arroyo de mis ansias.
Y al fin, me rescatas de la angustia
de la inercia prolongada.
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