Era tarde para responder a la tristeza. Ya había hecho mella
en mi ser. Me aproximé con lentitud al valle donde el color de la esperanza,
revoloteaba en mi impaciencia. Cerré de súbito mis ojos esperando una respuesta
que nunca llegó. Años atrás fui presa del olvido de aquel hombre que todavía,
tanto amo. Me había lastimado hasta las entrañas y quedé sumida en un abismo
cruel que laceró hasta mi alma. ¡Lo amé, sí, lo amé y lo amo! Un día de noviembre
recibí una llamada suya y quedé paralizada por unos instantes. Quedamos en
vernos en el jardín de mi casa. Baje las escalinatas que procedían al bello
espacio y fui con paso un tanto vacilante hasta el hermoso manzano, donde años
antes, escribiéramos con tiza de colores , nuestros nombres de amor. Mas grande
fue mi sorpresa al ver que en ese lugar, está escrito ¡ La voz que oíste... no
es otra que mi alma renovada y sumergida en el corazón de tu pureza!